Llamaré suavemente a tu pecho inaccesible. Lo sé, habrá silencio. Pero regresaré a tu pecho un millón de veces si es preciso. Inclinaré la cabeza por ver si escucho algún latido o estremecimiento. Conozco bien la senda. Difícil será apartar la yedra ensortijada, las mimbres llorosas y los rosales mustios. Desbrozar la maleza, hasta llegar al fondo, para encontrar, al fin, tu pecho despojado, aterido, falto de amor y desdeñoso. Llamaré de nuevo, gritaré tu nombre, y no habrá respuesta, ya lo sé.