"Bonito Aprieto" se enfrenta en esta novela (ya clásica entre las más infames e ignoradas del panorama policíaco) al que sin duda es el peor de sus enemigos: el mismísimo Diablo. El detective, archidesconocido en el mundo entero, se ve arrastrado por la ambición de una misteriosa mujer, Atanasia, a desentrañar el enigma sulfúrico que envuelve un misterioso hotel: "El Paradiso", y la tragedia secreta de una familia maldita, los Calatrava. La acción, entre reumática y trepidante, coloca al detective (cuya bebida preferida es el batido 'Puleva' y su adicción más inconfesable los 'Phoskitos') contra las dolorosas cuerdas de un amor diabólicamente imposible. He aquí de nuevo a este sabueso, pariente directo del teniente Colombo, entre vivos que son asesinados y cadáveres que, con un trabucazo en el pecho, se levantan para dar un paseo. Marcas dejadas por Satanás en criaturas inocentes, e inocentones que pretenden negociar con Satanás. Estraperlistas con ínfulas de tiburones de 'Wall Street'. Párrocos exorcistas a los que les crece súbitamente apéndices insospechados. Medium y enanos vestidos como botones de la épocia victoriana. Suicidios nunca aclarados en tenebrosos manicomios y gasolineras con empleados que estudian parapsicología. Grutas secretas y descomunales supositorios de cera con sorpresa dentro. Surrealista, paródico, esperpéntico y absurdo, "Bontio Aprieto" nos acerca una vez más con sus tribulaciones al género ibérico-casposo tan cercano a 'Mortadelo y Filemón', 'Vivancos' o 'Torrente'. A las penalidades de Ignatius J. Reilly, Gregorio Samsa y el mismísimo Lazarillo (tras echarle el ciego los dientes abajo).
Al mundialmente desconocido detective "Bonio Aprieto" gusta sobremanera el cine de Mel Brook, "El jovencito Frankenstein" y los Monty Python, "El sentido de la vida". Y esto acaso lo explique todo. No dirán que nos quedan avisados.