Me acurruqué en una tarde de mesa camilla. Bajo el faldón de nubes algodonadas pasaba el calor de las últimas ascuas con las que me mirabas.
Era otoño. ¿Lo recuerdas? Los deseos caían a nuestros pies junto a las otras hojas en el boulevard de la avenida... aquellas miradas, las manos cogidas... y todas las cartas sobre la mesa.
No había más viento que el de tus susurros en mi oído, cuando me escribías secretos en el tronco y subías hasta la copa de mis cabellos.
Pero cogiste un camino. El que te llevaba al invierno.
Tantas veces bebí de tus labios que tengo un sueño: La escarcha de tu boca se hace agua, te asomas y ahí... ahí sigue mi reflejo.