Es sueño común entre los hombres, vivir lo no vivido como la ensoñación que pudo ser real pero no estuvo propicio ni el ambiente ni la vida donde tocó vivir la desmesura de creer ser real lo presentido. Y en esa duda de espera y esperanza tangible y verdadera, a veces, pocas veces, se produce el milagro para continuar lo que apenas fue cierto, traspasando el dintel donde laureles coronan la arribada de gloria y de ternura, de dulzura nostálgica, de una melancolía expansiva y perfecta, antes de que se atore la espita de los versos que nacen en palabras, en gestos y en sonrisas, apenas iniciado el reencuentro, la verdad ya irreal pero tactable, que siempre será mágica, aunque no llegue nunca al fondo más profundo de su espejo, por más que sea nítida la apariencia de su tersura licual.