En palabras de Gregorio Morales, «las singularidades de Inhóspita ciudad no deben hacernos olvidar que en esta obra sigue residiendo igualmente lo más esencial de la producción del autor. Entre sus páginas resaltan la importancia del amor como un camino hacia la naturaleza, la mediación que realiza el símbolo entre lo inaprensible y lo sensible, el paisaje urbano, la melancolía y la soledad, lo apocalíptico del mundo moderno o la solidaridad con los débiles y oprimidos. El lector de Inhóspita ciudad tiene la fortuna de encontrar en esta obra al Morón de siempre junto al Morón indagador. [...] Preocupado por la aparente fragilidad del tiempo, lo conjura al asumir el dolor, y reconquista de esta manera la alegría, el erotismo y, paradójicamente, la juventud. Inhóspita ciudad es, en resumidas cuentas, una paradójica bocanada de juventud "retrouvée" y un grito de protesta, además de una hermosísima y renovadora obra de arte».